Había oído hablar desde siempre de las rosquillas de la Virgen, pero la verdad es que no conocía casi nada sobre ellas. Tengo grabado un comentario que escuche de pequeño: “la tía mengana (no recuerdo su nombre) era la que mejor las hacia pero se murió y se llevó la receta a la tumba”.
La única manera de poder escribir este artículo era volver a la fuente de la que pudo haber salido ese comentario; la solución, era preguntar a nuestros mayores.
Las rosquillas de la Virgen eran uno de esos dulces que se hacían casi exclusivamente en una época del año, se preparaban los días antes de las fiestas de mayo en honor a la Virgen de la Piedad para poder comerlos en esos días tan señalados, también se aprovechaba para hacer magdalenas. Eran como los mazapanes, los cortadillos o los mantecados en época de Navidad, estos últimos asociados también a la matanza del cerdo; las torrijas en época de Cuaresma y Semana Santa; o los huesos de santo y las puches en el día de Todos los Santos; pero este dulce era de la fiesta de la Virgen.
Estas rosquillas huecas, hechas al horno y cubiertas en la parte de arriba con una capa de azúcar blanco (Jarabe de azúcar montado con clara de huevo, con el que se baña la parte de arriba y se vuelve a cocer la rosquilla quedando como una corteza), las hacían las mujeres en sus casas y las llevaban a cocer a los distintos hornos de las panificadoras que había en el pueblo. También los panaderos las hacían para venderlas directamente.
Este tipo de rosquillas todavía hoy se siguen elaborando por algunos panaderos, en Santa Olalla y en su comarca. Y son las mismas que se siguen usando junto a una naranja en la fiesta de San Sebastián de Santa Olalla.
Estas rosquillas son del estilo de las rosquillas de Santa Clara que se suelen vender en las romerías madrileñas como la de San Isidro. A diferencia de las roscas de San Blas o de la rosquilla y la naranja de San Sebastián que son bendecidas en misa y vendidas por sus hermandades, las rosquillas de la Virgen se quedan en el ámbito privado, cada uno hacia o compraba las suyas y se las comía en su casa, con su gente.