ORACIÓN
PREPARATORIA PARA
TODOS LOS DÍAS
¡Oh, Señor y
Dios mío! Animado por vuestra infinita bondad y por los continuos favores que
otorgáis a los que imploran delante de vuestra Imagen, misericordia y perdón, a
Vos acudo, oh Padre mío, Jesús Nazareno, para ofreceros mis humildes obsequios
y presentaros las necesidades de mi pobre alma. Confieso que os he ofendido con
grandes faltas, que he repetido sin cesar; pero ya arrepentido, las detesto de
veras y propongo ayudado de nuestra gracia enmendarme en lo venidero. Movido,
pues, de estos sentimientos, os ruego, ¡oh mi buen Jesús!, que, por los dolores
de vuestra Pasión, atendáis las súplicas que os dirijo en esta novena, si son
de vuestro agrado y de provecho para mi alma. Amén.
[Rezar
a continuación la oración del día que corresponda]
[Medítese
y récense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias]
ORACIÓN
FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh, dulce y
amado Padre mío, Jesús Nazareno! Al considerar vuestro amor y la bondad con que
me habéis acogido en este día, un grito de gratitud se escapa de mis labios y
el recuerdo de vuestras misericordias embarga mi alma. Por ganar mi amor
bajasteis a la tierra y sufristeis toda clase de penas y trabajos y muerte de
cruz. Por mí también, llegando al colmo de todas las bondades, os quedasteis en
el Sacramento del altar, queriendo ser nuestro manjar, consuelo y perpetuo
compañero. ¿Qué más? Por nuestro amor os presentáis en esa Imagen coronada de
espinas, atado con duros cordeles y vestido con hábito de humildad y de
paciencia. ¡Gracias, Señor, por todo!, y a fin de corresponder a vuestros
favores, os pido la gracia de cumplir siempre vuestra ley, imitar vuestras
virtudes y vivir y morir en vuestro amor. Amén.
DÍA
PRIMERO
La hora de la
Pasión ha llegado. Jesús se dirige con sus discípulos al Huerto de los Olivos,
y allí, de rodillas, ora y ofrece a su eterno Padre sus dolores. La vista de
las afrentas y muerte próxima es tan horrible, que le hace desfallecer hasta
sudar sangre. Sólo le anima el pensamiento de que cumple la voluntad de su
Padre y que de su muerte de cruz dependía nuestra salvación.
Haced, Jesús
mío, que enjugue vuestro sudor, detestando mis pecados, causa de vuestra pasión
y muerte.
DÍA
SEGUNDO
Judas llega
con sus soldados a prender a Jesús. Este sale a su encuentro, y al recibir el
beso del traidor discípulo, los judíos caen sobre Jesús, como lobos sobre un
manso cordero. Preso, pues, con gruesos cordeles, Jesús es llevado, entre
insultos y golpes, como un facineroso, a presencia del Sumo Sacerdote.
Concédeme,
Jesús mío, que yo sea manso y humilde como Vos, sufriendo los desprecios de mis
prójimos.
DÍA
TERCERO
Quién podrá
declarar lo que Jesús padeció de parte de los judíos? Un vil criado del
Pontífice le abofetea, y Caifás y los príncipes del pueblo le declaran reo de
muerte. Los ministros del Sanedrín pasan la noche injuriándole y maltratándole
ignominiosamente, algunos le escupen en el rostro y Herodes le desprecia por
loco. Hasta Pedro, su fiel discípulo, se avergonzó de conocerle.
Y ¿me quejaré
yo de las penas que he merecido por mis pecados? Señor, quiero sufrir algo por
vuestro amor.
DÍA
CUARTO
Los judíos
piden a gritos la muerte de cruz para el Salvador. Pilatos, temiendo las
amenazas del pueblo, cree que podrá aplacarle si mandan castigar a Jesús.
Atado, pues, a una columna el divino Maestro es azotado tan bárbaramente por
los sayones que su cuerpo es del todo desgarrado y cubierto de llagas y de
sangre.
Oh, divino
Redentor, haced que yo ame la mortificación, que necesito para borrar mis
pecados.
DÍA
QUINTO
Como Jesús
habla afirmado que era Rey, los soldados de Pilatos quisieron burlarse de su
realeza. Para eso mandan sentar a Jesús; echan sobre sus desnudas espaldas un
manto viejo de púrpura, clavan en su cabeza una corona de punzantes espinas, y
en sus manos ponen una caña a modo de cetro. Unos de rodillas le encarnecen
vilmente, otros le llenan de saliva, y, cogiéndole la caña, le golpean con ella
la cabeza, hincándole más y más las espinas.
Y yo, ante
esta escena tristísima, ¿no aprenderé a tener paciencia, sufriendo por quien
tanto sufrió por mi?
DÍA
SEXTO
Pilatos, al
ver la figura lastimosa que presentaba Jesús después de la coronación de
espinas, creyó que los judíos se conmoverían con sólo verle. Lo sacó en público
y dijo: Ecce Homo: Ved aquí al hombre; yo no encuentro en El causa de muerte.
Pero los judíos, al ver a Jesús y oír las palabras del Presidente, contestaron
a gritos: "Crucifícale, crucifícale".
Oh, Jesús
mío, al oír los desprecios de los judíos y las blasfemias de muchos cristianos,
protestaré en mi corazón diciendo "Viva Jesús!" "Bendito sea su
santo Nombre!".
DÍA
SÉPTIMO
Dada por
Pilatos sentencia de muerte contra Jesús, los judíos se apresuraron a ponerla
en ejecución. Visten de nuevo a Jesús con su túnica, cargan sobre sus hombros
una pesada cruz, y le obligan a caminar así por las calles de Jerusalén. La
turba corre tras de Jesús, ansiosa de llenarle de insultos. Iba el Salvador tan
fatigado, que varias veces cayó en tierra, y temiendo los soldados que
desfalleciese en el camino, obligaron al Cirineo a que le ayudara hasta el
Calvario.
Hacer, Jesús
mío, que Yo sea vuestro cirineo, llevando gustoso la cruz que me queráis
enviar.
DÍA
OCTAVO
Casi sin vida
llegó Jesús al Calvario, y los crueles sayones al punto lo clavaron en la cruz
con gruesos clavos. Entre gritos e insultos, lo levantaron después en alto,
quedando Jesús en el más horrible suplicio. Al oír las injurias de sus
enemigos, levantó el Salvador la voz y pidió para ellos el perdón y para
nosotros la salvación
No fueron los
judíos, oh paciente Jesús mío, los que os crucificaron, sino mis pecados. Por
eso diré de continuo: Jesús mío, misericordia.
DÍA
NOVENO
Oh, mi amado
Jesús! ¡Qué bien representa esa vuestra Imagen de Nazareno lo mucho que
hicisteis y sufristeis por nosotros! Cautivo de los moros que tanto os
injuriaron y maltrataron, nos disteis ejemplo de paciencia invencible. Con los
cristianos, que os rescataron fuisteis el Dios de los consuelos; y aquí en
Madrid, donde entrasteis como Rey de amor, regís y gobernáis desde ese trono
los corazones de vuestros esclavos y devotos.
¡Oh, buen
Jesús! Regid y gobernad los afectos de mi corazón, para que os sirva como a mi
Dios y Señor. Amén.