Jesús que triunfante entró
el domingo en Jerusalén,
por Mesías se aclamó
y todo el pueblo en tropel,
a recibirle salió.
Martes Santo maldecía,
que a la noche no llegaba,
miércoles siendo de día,
allí con Jesús oraban.
Treinta monedas de plata
dieron por nuestro Señor.
¡Ay, que prenda tan barata,
siendo de tanto valor!
Le rasgan las vestiduras
y a la columna lo atan,
estrellas del firmamento
lloran lágrimas de plata,
tanto era su tormento.
Le amarran con unas cuerdas
le pegan con disciplinas,
y en la cabeza le ponen
una corona de espinas.
Caminemos, caminemos,
caminemos al Calvario
que por pronto que lleguemos,
ya lo habrán crucificado.
Al pie de la Santa Cruz
los sayones se juntaron,
y el vestido de Jesús
en un corro lo jugaron.
Eran las tres de la tarde
y Jesucristo expiró,
la noche se hizo en el Monte
y dijo el buen centurión:
¡Si era justo este Hombre!
Jueves Santo murió Cristo,
Viernes Santo lo enterraron,
Sábado resucitó,
Domingo subió a los cielos,
por salvar al pecador.